miércoles, 29 de junio de 2011

Los pilares de la tierra

[...] Tom le había dado algo único, algo que ningún otro hombre podía dar, algo que ni siquiera su propio padre podría haberle dado. Algo que era una pasión, una habilidad, un arte y un modo de vida.
-Me diste la catedral – musitó Jack -. Gracias.
Kent Follett. Los Pilares de la Tierra.

Música

 
[...]
Mi acorde perfecto para la desdichada guitarra que llora en un rincón  abandonada. Él era la música de mi vida, la hermosura de una partitura.

Música para mis oídos

Un grupo de música no se basa en si sus integrantes son guapos, o llaman la atención.
Un grupo de música se basa, fundamentalmente, en todos esos sentimientos que sus letras más simples son capaces de transmitir a una persona. Es basarse en esa profunda emoción que crean las cuerdas de la guitarra moviéndose al compás que marca la batería, con el bajo empastándose, con la más perfecta armonía, con la voz dulce del cantante. Es basarse en esas lágrimas cristalinas que simbolizan miles de sensaciones guardadas en un mismo espacio.
Es recordar, recordar esos momentos, y ponerse a temblar de sólo volver a imaginárlos.
Es basarse en la más pura sincronía conocida por el hombre. Es ser capaz de expresar lo que tú sientes, es… es la jodida perfección musical.

La armonía perfecta

Indescriptible.
Es así la sensación que produce un simple acorde rasgado por tus dedos en las tensas cuerdas de una hermosa guitarra. Ese temblor que recorre el instrumento, esa armoniosa sensación que evoca a la más exacta perfección, ese simple gesto para algunos, complejo para otros.
Hermosura.
Tan sólo infinita hermosura es lo que se logra desprender de unas  cuantas notas. Extrema, un sonoro acorde que retumba en las huecas paredes, un acorde que llega al mismísimo corazón. Cala en tus sentimientos, y realiza el acto más bello que puede ser concebido en este mundo.
El simple acto de crear música. De crear una partitura, una melodía armoniosa, dulce. Hermosa.

Hasta el infinito



Es increíble la velocidad con la que el tiempo pasa delante de nuestros ojos.
Hace tres años esto, todo esto, me parecía algo infinito. Algo que nunca se acabaría, bajo ningún concepto. Creía, y quizá fuese un juicio infantil, que nunca cambiaría lo suficiente para hacerlo.
Sin embargo, las personas cambiamos. Maduramos. Y nos guste o no, eso nos puede llegar a afectar, a todos. De una manera, o de otra.
Recuerdo el primer día que les vi acutando en televisión. Fue con un videoclip, sí, monsoon. Aquel Gusiluz amoroso al fondo tocando la batería, un niño macarra y creído haciendo magia con la guitarra, un hobbit pelos largos acariciando con suavidad un bajo, y una ‘chica’ con el pelo electrificado cantando con una dulce voz.
Tan sólo han pasado tres años de aquel momento. Tres años llenos de experiencias, dos conciertos, lloros, emociones, tablones, cambios, y un CD nuevo, incluso (Momento que, reconozco, pensaba ya que no llegaría). Tres años de los que nunca me arrepentiré, que me han otorgado la mejor de las experiencias. La experiencia de soñar, de creer en tus sueños, de ver a quien tú quieres disfrutando de aquello que hace. La experiencia de la adolescencia, la edad del pavo.
Y por mucho que cambien más su estilo. Por mucho que dejen de ser aquel icono que lo único que perseguía era cumplir un hermoso sueño, por mucho que la discográfica (al fin y al cabo, el dinero es el dinero) les haga cambiar de parecer en sus bases. Por muchos impedimentos que pueda haber en este mundo, nunca JAMÁS cambiarán.
Seguirán siendo aquel pelos largos, aquel Gusiluz, aquel chulo putas y aquel león cuyo pelo erizado se mueve al compás del viento. Un viento que marca el propio discurrir del tiempo. Pensar lo que queráis.Muchas veces yo lo he considerado. ‘Es que no son los mismos’ ‘Es que no suenan igual’. Eso es lo que pensáis vosotras, las que habéis escuchado una canción y ya os encantan, divinos de la muerte. Eso es lo que pensáis vosotras las que no identificáis el verdadero mensaje de las letras. Unas letras que siguen cargadas de significados.
No sólo nosotros maduramos en nuestro camino, en el largo y sinuoso camino que es la vida. Ellos también lo hacen, ellos también son humanos.
Ellos también prueban cosas nuevas. Y olé por las cosas que prueban, por qué a eso se le llama echarle dos cojones a la vida, y hacer lo que TÚ siempre has deseado. Olé por ellos, por cómo lograron su sueño a base de un tremendo esfuerzo.
No han cambiado. En el fondo, quizá ya no en la superficie, siguen siendo aquellos cuatro jóvenes que un día en Alemania se encontraron por pura casualidad. Pura casualidad que ha resultado el comienzo de una gran amistad, acompañada por la creación de música.
Y, ¿sabéis qué? que eso es lo más hermoso. Les han criticado, les han hundido, pero ellos siguen estando ahí. Están ahí aguantando por algo que llevan persiguiendo desde hace años. Años. Ese es el esfuerzo y la dedicación del panorama verdaderamente MUSICAL.
Les han comparado con los Jonas (Mis respetos a quién le guste ese grupo), han sacado trapos sucios a más no poder sobre ellos. ¿Y qué han hecho? Continuar con su música, con sus letras, esas preciosas y armoniosas letras que nos hacen soñar cada vez que las oímos. Esas letras que evocan lágrimas de pura emoción a nuestros ojos.
Y eso, perdonad que os diga, eso es la música. El ser capaz de cambiar tu estilo casi radicalmente conservando tus inicios, y aún así, a pesar de las críticas, conseguir emocionar a las personas que te escuchan, no tiene otro nombre más que la jodida perfección.
La perfección que ha logrado Tokio Hotel trabajando. Creando algo que es nuestro. De todos nosotros. Algo que es único, y especial. Algo que, para mí, ya lleva tres años existiendo. Para otros, incluso seis años.
El tiempo pasa, es un discurrir que no se puede parar a nuestro antojo por mucho que queramos. Pero, sin embargo, muchas veces, es precioso volver la vista atrás y ver todo lo que se ha logrado. Es tan sumamente especial volver a emocionarte con cada estrofa, con cada palabra que pronunca, con cada acorde de guitarra, con cada solo de bajo, con cada golpe rítmico de batería… Ellos siguen siendo los mismos. No han cambiado. Y desde luego, eso se nota.

Ojalá la música de hoy fuese como la de antaño.

La llamada ‘música’ de hoy en día desintegra por completo los verdaderos valores de ese concepto.
Los nuevos cantantes de las nuevas generaciones hacen añicos a grandes iconos de la música global (Ya no hablemos de cómo Pitingo destrozó aquel tema de Nirvana). Destrozan la esencia de todo lo que se concebía cómo el canto de las personas contra la opresión, una manera de expresar la libertad, una manera de expresar tus sentimientos. Ahora a eso se le denomina ‘pop’.
Y no digo que no haya pop bueno, hay grupos que son, sinceramente, grandes grupos del icono del pop. Pero luego llegamos al apartado de ese pop comercial, ese en el que no se escriben las canciones, si no que te las dan hechas. Ese pop en el que ni siquiera se saben las propias letras de sus propias canciones. Es genial que se las escriban, pero por lo menos podrían molestarse en intentar aprenderlas.
Ese es el futuro que le espera a la música, al icono tan sumamente hermoso de expresión humana. Desde siempre, todo se ha expresado con dulces notas, agudos compases, vibrantes melodías.
Esos nuevos iconos del llamado ‘pop-comercial’ deberían repasarse las listas de sus antecesores, deberían fijarse en cómo maltratan a tan precioso medio de comunicación.

Shakespeare

Estamos hechos de la misma materia que los sueños. Nuestro pequeño mundo está rodeado de sueños.

William Shakespeare.-

viernes, 24 de junio de 2011